Te doy la bienvenida al Reino

O mejor dicho: a la Aldea, una pequeña población entre los bosques y las minas conocida por ser un importante centro de encuentro entre comerciantes y mercadores.

Cada Solsticio celebran la ausencia del invierno. O celebraban

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El fin de la Era del Hambre

«Diecisiete años y trescientos sesenta y dos días después, el Reino seguía cantando la misma leyenda. Aquella que hablaba de la Era del Hambre, cuando el Reino era ruina y comenzaron las sequías, los vientos, los fuegos, las guerras. El mundo estaba desgastándose y en los pueblos se hablaba de que los dioses habían envenenado la Tierra».

«Ellos, por supuesto, quisieron desmentirlo…».

La Aldea

«En la Aldea todavía no sabían si el bosque intentaba encerrarlos o protegerlos. Habían hecho falta muchos años —más de diecisiete y trescientos sesenta y dos días— para que aquella muralla natural aislara el pueblo del resto del Reino, donde se seguían escuchando las leyendas que nacieron allí como si solo tuvieran dos días de vida».

«Pero las leyendas, como los niños, también crecen y patalean y cambian, hasta que empiezan a contar mentiras que todo el mundo toma como ciertas».

El Taller

«Cuando abrieron la puerta del Taller, la luz de la luna dibujó sombras grotescas sobre las paredes y robó destellos a las gemas. (..). De noche, cuando todos dormían pero a ella se le resistía el sueño, Pheyre aprovechaba para revisar los pergaminos y los bocetos en los que su madre apuntaba cada receta, cada artilugio y cada mecanismo; y se entretenía haciendo recuento de las piedras preciosas que contenían los viales y ordenándolas por colores sobre la mesa».

«—He estado trabajando en una cosa —dijo Pheyre, dándole la espalda para rebuscar en un viejo arcón con la superficie cubierta de polvo—. Es solo un prototipo y estoy segura de que se te ocurrirá alguna forma de perfeccionarlo, pero… Creo que funciona».

Conoce a sus habitantes

Pheyre

Pheyre vive refugiada de las demandas de la Aldea, viendo pasar las horas en el Taller, mientras trabaja con lo único que puede ayudarla: las gemas y piedras preciosas que contienen su dolor. 
Pero llega el día en el que ya no es suficiente y se ve obligada a buscar una alternativa. Así descubre que, cuando tu primer amigo es el dios de la Muerte y la primavera depende del dolor que estás dispuesta a ofrecer, el Subreino deja de parecerte el infierno del que hablan las leyendas. 

Amara

Amara

Amara se ha convertido en el reflejo de todo lo que su hermana pudo haber sido y no fue. Arrastra esa culpa todos los días, mientras ve marchitarse a la persona que más quiere.
Pero no tarda en decidir que no se quedará quieta ante el dolor de Pheyre.
Y tampoco lo hará cuando vea que el dios de los Muertos se la arrebata. 

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